Por: Montse Rivera Sena.

Desde que abres los ojos por la mañana el ritual comenzó. Y es que la vida esta plagada de rituales porque es una ceremonia en sí misma. Todo empieza al tomar consciencia del hecho de estar viva, de estar vivo; mírate, sonríete, agradece la nueva oportunidad, acércate a la ventana, sal al jardín, mira por un huequito, contempla el cielo, llénate de la energía del sol y saluda a todos los seres vivientes presentes, sí, a todos los bichos, arañas, mascotas, plantas, árboles, flores, que tengas cerca. Ten educación y saluda a todos y todas. ¿Cómo? Como tú quieras, diles “buenos días”, dales una caricia o un beso, cántales, platícales, abrázales, esa es decisión personal.

Ahora puedes seguir, según tus creencias, consagrando tu día a lo superior, convoca a tu Dios, a tus ángeles, a tu linaje, a los maestros ascendidos, a los guardianes del lugar en el que te encuentras, a tus amigos espirituales pues, y háblales de ti, cuéntales cuáles son tus deseos profundos, tus anhelos, tus sueños, tus necesidades. Logra conectar sus corazones con el tuyo por medio de tu energía, permítete sentir que hay “algo” o “alguien” que te sostiene, déjate sentir que no vives en soledad, que siempre tienes compañía.

Cuando vayas a bañarte, quítate la ropa como quien se despoja de lo que ya no le sirve, lo innecesario, lo que ya no le pertenece. En la ducha siente que el agua te limpia y purifica totalmente en lo físico, lo emocional y lo espiritual. Usa tu energía.

Al elegir tu ropa, pasa tus manos por cada una de las prendas que usarás y dales un significado muy personal, hazlas tus “amuletos”. Puedes darles energía de protección, de salud, de alegría, de abundancia, de valor, que sean las energías que consideras que más necesitas ese día. Y sal a la vida con la misma actitud de quién prepara una fiesta.

Cuida los alimentos que ingieres, busca que no sean procesados ni contengan colorantes y saborizantes artificiales, busca lo más natural posible, que esté lleno de colores y procedencia variada: raíces, tallos, hojas, frutos, semillas, flores. Sí, busca que se vean bonitos, que puedas gozar lo que estás llevando a tu intestino. Y también puedes energetizar tus platillos pasando tu mano sobre ellos y dejando que tu mejor energía quede sobre ellos. (Evita hacer esto cuando sientas que no andas muy bien de tus emociones.)

Cuando salgas a la calle, debes tener claro que estas saliendo de tu cueva sagrada y que vas al mundo, el mismo que está como está, y tú harás todo lo posible por permanecer en atención y sin perturbaciones. Así que puedes envolverte en un rayo luminoso y protector, o en una esfera de luz perfectamente cerrada en la que te mantendrás en equilibrio y armonía.

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Al regresar a tu cueva sagrada, tu hogar, puedes consentirte con aromaterapia, con aceites esenciales, con un baño de plantas medicinales, con una bebida que te agrade, con un automasaje, charlando con otros seres vivientes o no vivientes que habiten tu casa. Disfruta tu cuerpo, acarícialo, gózalo; sonríele al espejo y, sobre todo, agradécete porque seguramente todos los días tienes mucho que agradecerte. Las batallas diarias no son fáciles para nadie.

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